Freak Angels – Warren Ellis y Paul Duffield

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QUÉ: Una serie de postadolescentes con poderes ubicada en un contexto post-apocalíptico, cosa de Warren Ellis y Paul Duffield.

CÓMO: Se ha publicado de manera gratuita -en inglés- en internet, en la web freakangels.com y también en papel por parte de Avatar Press. Aquí la edita Glénat.

CUÁNTO: 15 pavos, sale el tornillo de máquina rara a diez céntimos.

DÓNDE: Tendrían que habilitar espacios para su lectura en fábricas abandonadas, parques descuidados y ciudades dormitorio desiertas tras la crisis del ladrillo.

POR QUÉ: Warren Ellis tiene crédito para muchos años / el resto de su vida por tres obras que serán recordadas como algunas de las mejores en estos comienzos de siglo: ‘The Authority’ exploraba los límites de los superhéroes en un contexto hiperbólico y nihilista; ‘Planetary’ era a la vez un viaje y un homenaje a la cultura pop del siglo XX; y ‘Transmetropolitan’ un delirio ciberpunk en el que un periodista desbocado desenmascara a los estamentos poderosos. Todas recomendables, todas imprescindibles.

Con algunos altibajos, este prolífico autor siempre mantiene un más que correcto nivel en sus propuestas. ‘Freak Angels’ ya parece, en un primer vistazo, una obra menor. Confieso que este primer volumen puebla la montaña desde hace varios meses, y me costaba darle una oportunidad… que no sé si tendrá continuidad. Sí, es una historia más que correcta, pero echo de menos algo de alma en ella.

Desde la prudencia de haber leído tan sólo el primero de los seis volúmenes que conforman la totalidad de la historia -cuya gran incógnita es qué causó un cataclismo global-, ni los personajes -doce jóvenes nacidos el mismo momento con extraños poderes a los que vemos 23 años después- han arrancado el motor de dos tiempos que todo lector lleva conectado a su cerebro.

Photobucket El tiempo pasa… despacico…

A mi modo de ver el tomo adolece de una falta de ritmo algo cansina, en la que las situaciones se alargan y se alargan… Y cuando llegan las escenas de acción todo parece contagiarse de la lentitud previa. A ello se le une lo difícil que resulta hacerse con doce personajes de una tacada, dibujados de una manera muy similar por un más que correcto Duffield, que destaca más en el trato del entorno que en el de la figura humana.

También es probable que estas afirmaciones sean un tanto injustas ya que Ellis es un autor del que se espera un nivel altísimo en sus guiones.  Tampoco es menos cierto que su tendencia a explayarse en el nudo y precipitar el desenlace de las historias casi es una marca de la casa. Pero en mi caso aprecio más el Warren Ellis descerebrado de ‘Nextwave’ que el meditabundo de ‘Freak Angels’, en especial si no parece haber un checkpoint argumental a la vista.

De momento este tomo dormirá solo en la estantería. Tal vez en un futuro, apocalíptico o no…

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2/5 LIGERAS CONMOCIONES

Muerto el gato…

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Mientras preparo la nueva entrada en la que hablaré de ‘Freak Angels’, os dejo con un reportaje magnífico escrito por Peúbe en la esencial En todo el Colodrillo: El fin de Bruguera.

Me soprendió enormemente la calidad periodística de la serie de posts, por su trabajo de investigación, por su detallismo y por arrojar luz a un episodio oscuro que cambió la historia del tebeo en España. Tras leerlo de manera regular comprendí que el buen hacer del equipo de En todo el Colodrillo es ejemplar y su afán didáctico encomiable. Se ha convertido en una de mis páginas favoritas.

Pagando por Ello – Chester Brown

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QUÉ: El subtítulo lo deja claro: ‘Memorias en cómic de un putero’, la autobiografía de Chet Brown como usuario de sexo de pago .

CÓMO: Se ha convertido en uno de los títulos de la temporada, cuenta con una introducción de Robert Crumb y trata un tema complejo (incluso tabú) en un formato muy poco habitual: el tebeo.

CUÁNTO: 26 lereles, sale el fornicio en blanco y negro a medio euro.

DÓNDE: No hay mejor sitio para leerlo que en el banco del parque, con la firme intención de que el espía sentado al lado se escandalice. Un poquito.

POR QUÉ: No tenía la intención de hacerme con un ejemplar de ‘Pagando por Ello’. El subgénero ‘slice of life’ -autobiografías generalmente de autores independientes- me provoca un cierto rechazo por el abuso al que se ha visto sometido una y otra vez; pero las críticas, casi siempre positivas, casi siempre elogiosas, cambiaron mi opinión al respecto. Y cuando mi buen amigo Joel Mercè, un tipo libre de prejuicios en esto de los tebeos, lo incluyó en su ranking de 2011 ya no tuve escapatoria.

La experiencia ha sido positiva, y me he encontrado con lo que esperaba encontrar: un retrato libre de artificios en el periodio vital de Chester Brown desde el momento en el que contempla la decisión de mantener sexo con prostitutas en Toronto por primera vez hasta que se decide a plasmarlo en un cómic. No comparto muchas de sus reflexiones, pero sí que da la sensación de ser un relato sólido y honesto. Al mismo tiempo, Chet se revela como un tipo gélido, analítico y con una capacidad de abstracción que provoca escalofríos. Uno de sus amigos en la vida real, el también artista Seth, confiesa que a menudo lo trata de ‘robot’, por más que lo considere ‘amable, dulce y profundamente considerado’.

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Monólogo interior en bici sobre qué es el amor 

El tebeo en sí es una reflexión en voz alta, una exposición a favor de la descriminalización de la prostitución -que no la ‘legalización’, que Brown considera que atenta contra las libertades individuales- durante el viaje con varias y muy diversas prostitutas. Por el camino también concluirá que el amor romántico es un concepto anticuado y esencialmente falso, algo que provocará interesantes debates también dibujados con Joe Matt y Seth.

Una monótona parrilla de 2×4 viñetas que se mantiene casi imperturbable durante toda la obra, el uso del plano medio o el plano general en todo momento y la inexpresividad desesperante de los personajes distancia al lector de lo que ocurre. No hay morbo en las situaciones, no hay emoción en el dibujo; es como leer un tratado de medicina. Sin embargo sí que hay empatía y debo decir que en mi caso, aunque no debería ser así, incluso una cierta compasión.

Creo que el gran mérito de ‘Pagando por Ello’ reside en tratar un tema rodeado de alambre de espino con naturalidad y espíritu crítico. De un modo serio. No es menos cierto que la progresiva destrucción de lugares comunes a medida que avanzan las páginas conlleva un proceso reflexivo nada habitual en esto de las viñetas. Aun así, confieso sentirme repelido ante tanta asepsia y creo ver pequeñas trampas en algunas de las argumentaciones.

¿Uno de los tebeos del 2011? Sin duda, pero creo que no por los motivos por los que debería serlo. Sin embargo, el hecho de estar planteándolo ya es una pequeña victoria. Gracias, Chet.

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3,5/5 ROSTROS IMPERTURBABLES

Punisher MAX – Jason Aaron y Steve Dillon

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QUÉ: Punisher (el Castigador de toda la vida) se reinventa por enésima vez en una colección para lectores adultos.

CÓMO: Lleva un largo período con una serie propia que ha captado la atención del público y la crítica. Gente más lista que yo apunta que es muy posible que nos encontremos frente a la edad de oro del personaje.

CUÁNTO: 11 eurobonos el primer volumen (‘Kingpin’)+ 12 eurobonos el segundo (‘Bullseye’). Sale la bala a litro y medio de sangre.

DÓNDE: Es recomendable leerlo en la sección de cárnicos del supermercado, en mataderos y cerca de gente que huele fuerte.

POR QUÉ: Nunca he sido mucho del Castigador, pero sí de Bullseye y el dibujante Steve Dillon, por lo que compré a ciegas el segundo volumen para darme cuenta al momento de que me había perdido algo que podía ser muy interesante. Así que no me quedó más remedio que agachar las orejas y pedir a mi librero de confianza que añadiera a la montaña mensual un título más. Ya le debo haber financiado un par de mansiones con mis compras, así que qué más da si le subvenciono una piscina más grande.

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Sí, al turrón: son dos tebeos hiperviolentos, ciertamente angustiantes y ligeramente gore. La etiqueta MAX se la inventó Marvel para poder enseñar pezones femeninos y escribir la palabra que empieza por ‘f’ y acaba en ‘uck’, algo que aquí nos puede resultar extraño al criarnos con La Chica del Viernes y las películas de Vicente Aranda, pero que es totalmente comprensible en el conservador mercado americano.

Sin embargo, es la crudeza con la que se narra la historia y lo aberrante del comportamiento sus personajes lo que a mi entender la hace recomendada para lectores adultos, y no un pecho absurdo o una palabrota que cualquiera puede escuchar en horario protegido.

El triángulo de dolor bizarro que forman Punisher, Kingpin y Bullseye (el Castigador, el rey de los bajos fondos y el asesino psicópata) representa tres conceptos que requieren una cierta madurez en el lector: la venganza, la ambición y la violencia. Cada uno busca sublimar su existencia a través del asesinato, pero con fines completamente distintos.

El guionista, Jason Aaron, se está convirtiendo en uno de mis escritores favoritos. Me quedé pasmado con su nuevo Motorista Fantasma (decíamos ayer…) y no hay duda alguna de que ha sabido encontrar el tono adecuado al personaje. Los villanos son viejos conocidos de todos y hasta al lector novato le sonaran de la película de Daredevil (Michael Clarke Duncan como Kingpin y Colin Farrel en un fantástico Bullseye), pero en este tebeo alejado del universo Marvel tradicional son diferentes. Y dan mucho miedo.

Del dibujante, Steve Dillon sólo puedo deciros que se encargó de la parte gráfica de, a mi modo de ver, uno de los mejores tebeos de la historia, Predicador, una novela en 75 entregas que es sencillamente impresionante. A ver si un día la recupero por aquí. Dillon, decía, no está muy a gusto en esto de los superhéroes, como ha demostrado recientemente encargándose de media docena de números de Ultimate Comics Avengers, pero se mueve como pez en el agua en las historias bélicas y de género negro, y hay mucho de ambas en este Punisher Max.

Pues que a mí me ha gustado. Tengan cuidado ahí fuera.

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4/5 PAPADAS KINGPINIANAS

Ghost Rider: El Espíritu de la Venganza – Varios Autores

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QUÉ: Dentro del Coleccionable Marvel Héroes, Panini reedita los siete primeros números de la serie del Motorista Fantasma de los noventa.

CÓMO: La proximidad de la nueva película del personaje -¡ay!- y la actual serie que publica Marvel deben haber facilitado la recuperación de estos números. Y yo casi siempre pico con el bueno del Motorista, hasta con la película, la madre que me matriculó.

CUÁNTO: 9,99 euromarcos, 192 páginas a color. Sale la calavera a un céntimo más o menos.

DÓNDE: Estás en el lugar correcto si lo lees cerca de institutos y salones recreativos, sobre motos de 50 cc o en una cadena de hamburgueserías el sábado a las seis de la tarde.

POR QUÉ: Los que nos hicimos adultos en los noventa -¡ay! otra vez- asistimos a la proliferación de los superhéroes malotes, que decían tacos como ¡¡#%@&!!, vestían indefectiblemente chaqueta de cuero, e iban armados sí o sí, aunque fueran invulnerables o levantaran montañas con los párpados. De esto saben mucho en ADLO!, defensores -la ‘D’ es de ‘Defensa’- de las grandes historias y los grandes autores de la época.

Sea como fuere, se rescataron y revisionaron personajes de sonrisa rechinante y ceño fruncido. El Motorista Fantasma es, en este sentido, un hijo de su época, y eso que el Motorista original, Johnny Blaze, ya era un tipo torturado y de diseño impactante: el cráneo llameante, el cuero y la motocicleta calavérica estaban ahí mucho antes.

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Viñeta que resume perfectamente el tebeo: motos, cuero, llamas y ninjas. Sólo falta el vampiro del segundo episodio.

Pero éste ya no es Blaze, es Danny Ketch, un muchacho de Brooklyn que en mitad de un tiroteo se topa con la moto que, al activar un extraño medallón que tiene sobre el depósito, lo transforma en el Espíritu de la Venganza. Hemos perdido el elemento satanista de los setenta por uno mucho más prosaico: la violencia callejera. MAL. Su protagonista ya no es un vagabundo circense que recorre los desiertos de Estados Unidos, si no un adolescente urbano temeroso. REGULAR. A cambio, nuevos elementos se suman al extenso repertorio de habilidades del Motorista Fantasma, como una moto que escala paredes o la ‘Mirada de Penitencia’ que hace revivir el dolor ajeno causado por aquél que sostiene la vista. BIEN.

Argumentalmente es un tebeo justito, de lectura fácil y poco dado complicar las cosas. Un inevitable -por goloso- cruce de títulos le hará compartir viñetas con otro triunfador de los noventa, El Castigador, que aportará más bien poco a la historia más allá de un par de chistes sobre las calaveras que identifican a ambos. El dibujo de Saltares es más que correcto y se deja ver un Mark Texeira a las tintas que no tardará en tomar las riendas de la parte gráfica de la colección, con un estilo sucio que lo convertirá en un dibujante apreciado por los fans durante toda la década.

Ni tan mal, oigan. El segundo tomo de Ghost Rider tiene prevista una salida inmediata, así que cuidado, que van como locos.

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3/5 MIRADAS DE PENITENCIA